jueves, mayo 11, 2006

El fin, el fin



Tiene las manos largas y suaves. Yo, aún así, no las puedo sentir. Me toca en las costillas, las palpa una a una, como si fuera su instrumento musical. Ya no sale sonido algún. Me dice que quiere a mis pechos más que a cualquier otra cosa en su vida. Sin embargo, beso a su rostro, ya no a su boca. Su semblante de niño evoca en mí una ternura que llega a doler. Pero yo ya no le puedo proteger. Me pregunta cuándo tuvo inicio el fin. Le contesto no saber, aunque en mi no pueda callar el por qué, el momento en que decidí desviar el camino, sin importarme si el sendero detrás de mi se deshacía. Ya no duerme bien por la noche y en sueños me busca con los pies fríos. Yo sufro por no poder darle más de lo que tengo ahora. Estiro mi mano y le acaricio el pelo. Está asustado, pero yo ya no cuento las horas. Me dice ser capaz de amar mi imperfección y su alma tiene tanta belleza, que me impide sostener el lloro. En mi ventana las flores siguen viviendo más de lo que esperábamos; otras marchitan mucho antes. Quiere saber si lo podríamos haber evitado. Yo le digo que sí y que no y que tal vez. Aún así, él hace la comida. Intenta recomponer fantasías que se han roto, y esto me parece demasiado triste. Deseo estar con él bajo una intensa lluvia, abrazados y mudos, dejando que ella haga su trabajo y devuelva a la tierra lo que ya no nos pertenece. Mi casa huele a despedida, en cada gesto. Y yo no sé si este es un aroma agradable.

sábado, mayo 06, 2006

Between pillows




Ontem eu fui dormir chorando bem baixinho, sufocada entre dois travesseiros. Fiz uma oração, mas não ouvi resposta. Meu pranto era denso e silencioso. Me preenchia todo o ouvido, a boca e o pensamento. Hoje acordei e já nem sei o que lembrar. Pedi uma mão que segure na minha, me afaste da beira do precipício e me diga que é apenas um sonho ruim. Me conforte no peito como a uma garotinha assustada que levou um tombo de bicicleta e tem os joelhos cheios de sangue e por isto sente muito medo. “Tudo bem, existe muita música na vida que ainda não conhece”, você vai me dizer. “Jogue fora esse seu velho disco arranhado e suas flores mortas na janela. Durma um pouco que tudo vai ficar bem". Y yo te prometeré llevar las máscaras que tú quieras. Con los colores y formas y sonrisas que tú me pidas. Y prometo escribir en la espalda de un billete amarillado, aplastado las verdades que tú quieras oír. Y tú no tendrás con que preocuparte, pues yo no estaré esperando ninguna respuesta.

jueves, abril 20, 2006

Piedra y flor


Él era un poeta. Yo, sólo quería diversión. La primera vez que nos vimos fue en una fiesta a la orilla de la playa. Debido al calor que hace en los trópicos, llevábamos diminutos trajes, enseñando más nuestros cuerpos de lo que es aconsejable. Era un tipo interesante, pero no me gustó su sonrisa. Y cuando a uno no le gusta una sonrisa, es algo que no se puede ignorar. Pero no me importó. Yo quería jugar. Le miraba y sabía que él se desconcertaba con ello. Bailaba y le seducía, pero esa noche no intercambiamos siquiera una palabra. Luego me llamó. Y empezamos a vernos, hablando como si nada hubiera pasado. Él acababa de llegar a la ciudad, después de 5 años en Londres, dónde había estudiado Literatura Inglesa. Tenía ideas estimulantes, así que nuestros encuentros fluían bien. Yo le enseñé João Cabral de Melo Neto y Paulo Leminski; él me presentó a William Blake y a Dorothy Parker. La quinta o la sexta vez que nos vimos, nos fuimos a su casa y ninguno de los dos tuvo que decir nada.
Él me escribía poemas. Poemas sentidos, dolidos, que a cualquiera le tocarían en el fondo. Pero yo estaba petrificada por dentro y su poesía no me llegaba. Cuando le conocí habían pasado menos de dos meses desde que yo terminara una larga relación y, como sabemos, los finales felices sólo existen en las películas. Yo no tenía la menor intención de entregarme. Él exhalaba sentimientos y no podía esconderlos.
Yo tenía la conciencia de que actuaba como una puta sin corazón, pero no podía evitarlo. Además, le dejaba muy clara mi indiferencia, lo que en cierta forma me libraba de cualquier responsabilidad sobre su estado de ánimo. El final fue trágico. Él me perseguía, yo huía. Él empezó a odiarme y yo sabía que tenía razón, pero no pensaba volver atrás. Después de casi dos años sin hablarnos, recibí esta semana un e-mail suyo con fotos de su hija recién nacida y una poesía para ella, hablando de cómo le había cambiado su vida. La verdad es que no me enterneció mucho. Cuando uno no se deja tocar el alma desde el principio, sea para protegerse, sea por puro egoísmo, será difícil encontrar otro camino. La gran putada es que la vida siempre inventa una manera de devolver todo esto y uno acaba sintiendo en su propia piel lo que un día le hizo a otro.

miércoles, abril 19, 2006

Trilogía de una Semana Santa (que no tuvo nada de santa) Parte III

Yo siempre he tenido una cierta inclinación por el hedonismo. Pero también siempre he sido bastante responsable. Disciplinada no, pero sí que me ponía algunos límites para no acabar como Mickey Rourke en Barfly o como Jennifer Connelly en Requiem for a dream. Uno acaba acostumbrándose a sus reglitas y al final convive con ellas sin mucho esfuerzo. No sé. Tener relaciones estables me ayuda a no caer en la promiscuidad generalizada. Y evita que yo sufra con pasiones arrebatadoras en cortos períodos de tiempo. También suelo tener algún cuidado con lo que como. Mi madre es vegetariana y practica yoga. Me enseñó que para cuidar del espíritu es importante tratar bien al cuerpo. Intento también creer que Dios existe y que no deja de existir toda vez que pasa alguna putada en mi vida. Pero en esta Semana Santa (que no tuvo nada de santa), reinó la permisividad. Por más que esté bien habituarse a una cierta rutina, salir de ella es una fuente de gozo inocente y sin fin. No practiqué ejercicio alguno, no moví el culo ni para ir a la esquina. Comí todo lo que me apeteció, lo que incluye un montón de galletas Oreo bañadas en chocolate blanco, Coca-Cola light y castañas. Cuando la memoria gritaba en mis oídos para que yo trabajara en ella, me hacía la sorda y me ponía a leer un montón de poemas de Manuel Bandeira. Durante toda una tarde, disfruté de cada versillo. Era como una cría sinvergüenza, mostrando la lengua y burlándome de los trabajos –que por supuesto en seguida se tomaron su venganza. Estos placeres tan pueriles me permitieron aguantar con más ligereza un período de claustro casi insoportable. Por esto digo que mi Semana Santa no tuvo nada de santa. Bueno, los demás motivos me abstengo de contarlos. Mejor así.

martes, abril 18, 2006

Trilogía de una Semana Santa (que no tuvo nada de santa) Parte II

La idea era despertarme por la mañana (a las 10 más o menos), ponerme en el ordenador, escribir todo aquello que me perturbó anoche mientras intentaba desesperadamente dormir a las 4 de la madrugada y luego empezar con los trabajos. Lo tenía todo muy bien planeado: empezaba hablando de la peli que vi, contaba mis altibajos durante el día, la cena que hice a las once de la noche, el libro de mi abuelo que quiero releer y el insomnio que decidió atacarme. Pero no todo sale como planeamos. De hecho, son muy pocas las cosas que salen como las habíamos preparado. Muchas veces salen mejor, debido al elemento sorpresa; algunas, bastante peor. Pero en fin. Os cuento. Después de agonizar durante algunas horas intentando finalizar el segundo apartado de mi memoria, al mismo tiempo en que molestaba a todos mis amigos que por azar se conectaban al messenger (sois unos héroes), termino mi tarea. Esto me trae una alegría inconmensurable, un placer sin límites, un sentimiento de ligereza infinito… Pero no duró. En pocos minutos estaba ya el doble de “angustiada y sola”, pensando en lo tanto que faltaba para terminar todas mis obligaciones masterópodas y en cómo de larga era esta tal Semana Santa (que no tuvo nada de santa). Tuve unas ganas tremendas de partirme la cabeza contra la pared, pero respiré hondo y me pareció más sensato no hacerlo. Encendí la tele y había un programa de gastronomía. De repente, fiat lux: ésta era la solución. Incorporé el espíritu de una vieja cocinera negra y muy gorda, puse a Camarón de la Isla para escuchar (homenaje a Merche) y empecé. Fue increíble. Yo cocinaba y bailaba y cantaba con Camarón: “Soy gitanoooo, y vengo a tu casamientoooo, a partirme la camisa, la camisita que tengoooo!” Joder, que bien me sentó esto. Entré en una especie de trance, la comida olía fenomenal, yo me sentía como la Candela de "El amor brujo", que bailaba alrededor de una hoguera en esta peli que vi con mi abuelo cuando era apenas una cría (ya me encantaba la cultura española). Terminé de cocinar, cambié la música y me puse a cenar. Tocaba Caetano Veloso (versión traducida): “Todo era apenas un juego y fue creciendo, creciendo, absorbiéndome, y de repente yo me vi así, completamente tuyo”. Los efectos fueron drásticos. Cuando me di cuenta, estaba de bruces sobre mi plato, la mano izquierda sujetando la cabeza y un sufrimiento brotando de no sé qué. Rápidamente sustituí el Caetano por Seu Jorge, bastante más alegrito y la paz volvió a reinar en mi corazón. De ahí saqué otra de las conclusiones de mi Semana Santa (que no tuvo nada de santa): estar sola por un largo período de tiempo puede ser perjudicial para mi estado mental.

domingo, abril 16, 2006

Trilogía de una Semana Santa (que no tuvo nada de santa) Parte I

Yo no sé, pero me parece que la ignorancia nos aproxima a la felicidad. Ésta es una de las conclusiones que saqué en mi Semana Santa (que no tuvo nada de santa). Cuando me fui a la cama este sábado, sobre las 2 de la madrugada, ponían en la tele una película bastante malita, pero algo me llamó la atención: la pareja principal, un tío que estaba bastante bueno y su mujer -que estaba aún mejor que él-, en el caso de que tuviesen sus problemas financieros arreglados, no tendrían más problemas en la vida y serían felices para toda la eternidad. Vale, sé que este enredo tan “original” es lo mismo para una gran parte de las películas de la tele, pero no podía dejar de reparar en que sus vidas estaban dominadas por la falta de conocimientos y, por lo tanto, sus objetivos eran de lo más simplista y bien definido posible. La única angustia que tenían era la de conseguir dinero para salir del desierto del Tejas y llegar hasta California para allí conseguir un buen trabajo (el chico soñaba con ser ¡mecánico!).
Y yo aquí, en una pelea sin fin con la memoria, con los trabajos y con mis pensamientos, sufriendo por cosas que no son reales o creando situaciones imaginarias y angustiándome con ellas. No es que yo desee la ignorancia, pero vamos, la vida es bastante más simple y la felicidad se hace mucho más cercana si no tienes muchas inquietudes existenciales. A las 3 de la madrugada decidí apagar la tele. Y entonces empezó la pesadilla. Yo no sé como mi cabeza consigue pensar en tantas cosas al mismo tiempo y llegar a tantos lugares distintos en tan poco tiempo. Generalmente, cuando me acuesto, me vuelvo bastante obsesiva y a veces llego a pensar que quizá yo no sea una persona muy normal. El hecho es que, en este momento, la parejita de la peli -el tío cuadrado y la tía rubita- se burlaron de mí, como diciendo: “¿ves?, nuestros problemas acabaron, los tuyos apenas empezaron”. Y tenían la razón. Hoy, a las 2 del mediodía, yo estoy muy cansada y mentalmente lenta. No sé por dónde empezar el día y aún parezco una zombi, todavía sin haber salido de mi letargo. Y mi Semana Santa (que no está teniendo nada de santa), aún no ha terminado.

jueves, abril 13, 2006

Homenaje a mi inercia durante la Semana Santa


Ai que prazer
Não cumprir um dever,
Ter um livro para ler
E não o fazer!
Ler é maçada,
Estudar é nada.
O sol doira
Sem literatura.
O rio corre, bem ou mal,
Sem edição original.
E a brisa, essa,
De tão naturalmente matinal,
Como tem tempo não tem pressa...

(Fernando Pessoa)